martes, 1 de noviembre de 2011

LA PRESENCIA DE DIOS ESTÁ ESPERANDO


Por el Maestro Koot Hoomi
La Presencia de Dios está esperando la oportunidad de servir a través de ti v a través de Mí.
El hermoso, Amoroso y Todopode­roso Padre de la Vida se mantiene constantemente en actitud de escucha; de ese modo, cuando es invocado, Él responde haciéndose presente con su Poderosa Presencia a través de instru­mentos creados y preparados por Su Amor como el Cáliz de su Ser.
Amados Hijos del Padre, si tan solo sus ojos pudieran ver cuán próxima está la Sagrada Presencia cuando sus inocentes formas se levantan de la cama y colocan los pies en el sende­ro del día, ¡comprenderían la falta de consideración de sus personalidades al dejar a esta Presencia esperando!
Bajo la presión de cosas sin importancia, a veces pasa un día, una semana o toda una vida ¡mientras la Presencia de Dios continúa esperando la oportuni­dad de llenar su Copa con Gratitud, con Paz v Sanación!
Al principio de Mi propia existencia, aprendí que la Poderosa Presencia sostenía Mi insignificante “YO exter­no”, Y el Amor de la Santa Madre por su  Hijo  Bendito  hizo  que  comprendiera, que la ternura de María por el Niño Jesús, era solo una expresión limitada del Amor del Padre hacia Mí, y hacia todos los hermanos y hermanas que corren como hormigas sobre un camino de miseria y dolor creado por ellos mismos.
Disfruté la dicha de ele­var Mí alma, Mi corazón, Mi ser hacia el Omnipresente Amor personificado en la Presencia de Dios, que esperaba Mis pensamientos, Mi llamado, Mi silenciosa invocación, para que su Gran Sabiduría pudiera dirigir las huellas de mis sandalias, y me convirtiera en un “Hermano de Paz”
Cuando la Presencia de Dios llenó mi Copa con el poder de la sanación para aliviar las heridas de odio de la huma­nidad, mi alegría y libertad fueron tan grandes que Mi corazón estuvo a pun­to de estallar, y me apresuré con pies alados para llevar la Copa a los sedien­tos.
Cada mañana se convertía en una nueva alegría, porque la Presencia de Dios siempre tenía un regalo exquisito y especial para los hijos de los hombres. Y Yo, el más humilde e indigno entre ellos, con las manos sucias y el alma ensombrecida, podía llevar esa Copa a mis hermanos.

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