martes, 25 de octubre de 2011

LA GRAN PREGUNTA...

Si somos espíritus puros y parte de un Dios omnisciente, ¿por qué fue necesario que hiciéramos este largo peregrinaje de pecados y dolores a través de la materia?

Al principio de la manifes­tación, Dios diferencia dentro de Sí Mismo una multitud de inteligencias espirituales potenciales, como las chis­pas que emite un fuego.
Esas inteligencias espirituales eran  llamas o fuegos potenciales, pero no eran aún llamas porque, aunque dotadas con la omniconciencia de Dios, carecían de ­la conciencia de sí mismas. Siendo potencialmente omnipotentes como Dios, les fallaba el poder dinámico utilizable en cualquier momento, de acuerdo con su voluntad. Y, con obje­to de que se pudieran desarrollar esas cualidades, fue indispensable que pa­saran por la materia.
Por lo tanto, durante la involución, cada chispa divina fue encerrada en varios vehículos de suficiente densidad corno para cerrar el mundo a su conciencia. Entonces, el espíritu interno, no pudiendo estar más en contacto con lo externo, se vuelve y se encuentra a si mismo.
Con la conciencia de sí empieza la lucha del espíritu para libertarse de su prisión y, durante la evolución, los diver­sos vehículos que el espíritu posee, se espiritualizan convirtiéndose en alma.
Así que, al final de la manifestación, el espíritu no sólo habrá obtenido la conciencia de sí mismo, sino también poder anímico.
Hay cierta tendencia en muchas per­sonas a creer que todo lo que es, es el resultado de algo anterior, no dejando así lugar alguno para algo original.
Los que estudian la vida, hablan solamente de involución y evolución. Los que es­tudian la forma es decir, los científicos modernos, se relacionan con la evolución solamente, pero los más adelan­tados de entre ellos están empezando ahora a encontrar otro factor, que han llamado epigénesis.

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